POESÍAS



        DEL LIBRO  "TIEMPO, SUEÑOS Y SEÑALES"


SUEÑOS – I


Cuando apago la luz
y detengo las manos
en un silencio eterno,
siento cómo se quejan
mis músculos, mis huesos
y el espacio agobiado
que contiene mi alma.

Añoro y necesito
ese cansancio largo
de emociones vividas,
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño
hasta que llega el día
y el cielo tiene imanes,
y afuera hay un motivo
que merece lo breve
de imaginarse alguien
que existe, se conmueve,
vibra, proyecta, ansía
ese reposo intenso
de avanzar en un sueño,
cuando apago la luz
y detengo las manos.





SUEÑOS – II

          
Soñé con un caballo que se hundía
en lo profundo de un mar adormecido,
donde una tenue luz amarillenta
señalaba las bocas del abismo.
          
Soñé que aquellas bocas me llamaban
sin proferir palabras ni sonidos
y que yo percibía los silencios
y ellas sabían que los comprendía.
          
Soñé las bocas deseando mi presencia,
esperando impacientes y rondando
con el caballo apretado entre los labios
y un leve filo brillando entre los dientes.
          
Soñé con un caballo sorprendido
que era atrapado para un cruel destino,
también lo oí relinchar y debatirse
anunciando mi turno en el abismo.









SUEÑOS – III


Soñé tus pasos detrás de la ventana,
más allá del cristal, de espaldas a la noche,
donde el viento castiga sin reparos
y una nube indefensa se acobarda.
     
Soñé tus pasos lejos de mi almohada,
restándome calor desde la ausencia,
sin una despedida, solos los dos, perdidos,
solos los dos e inútiles de pena.
     
Soñé tu rostro regresando helado
y mi mano posándose en tu frente,
y el tiempo suspendido, incapaz de moverse,
demorando ese gesto del reencuentro.










SUEÑOS – IV
     

Soñé una invasión extraordinaria
que nadie percibía, venida desde lejos,
anunciando su furia desatada
contra un cielo de nubes amarillas.
Sentí el retumbar del horizonte
al borde de un mar cercado por la noche.
Alcé la voz, corrí por los caminos,
golpeé puertas, grité desesperado
en un afán sin eco, casi absurdo.
Inútil la defensa, la escapada,
la muerte o la victoria, todo inútil,
porque todo está ciego, sordo y mudo,
todo es una conspiración de indiferencia.
Avanzan desde el aire los destellos,
se estremece la tierra maltratada,
es demasiado tarde para súplicas,
tarde para reflexionar lo inevitable.
La última batalla se derrama en fuego
y el mar ya se enrarece con la sangre.






SUEÑOS – V
   

Soñé un grito
que se escondió bajo mi almohada,
acechante y confuso,
sin saber el porqué de su existencia,
a la deriva de oscuros sentimientos,
víctima de otras decisiones
impuestas desde lejos,
en otra orilla, en otro tiempo.
   
Soñé el grito preparándose
para cumplir su misión con obediencia,
sin proponerse el miedo,
ajeno a su misterio,
dispuesto a ser el médium.
   
Después el grito se retorció desde su fondo,
se incorporó de pronto, insomne y tenso,
se agitó, creció, vibró avanzando impostergable,
penetrando el silencio, quebrándose en mi sueño,
derramándose en mi piel estremecida
hasta extinguirse en un último lamento.









SUEÑOS – VI


Merceditas sonríe desde abajo
con una mitad del cuerpo intacta
y la otra mitad cosida y maquillada;
el aparador, la mesa azul, la reposera,
ruedan por las calles, silenciosos;
no sé en qué esquina de Quito nos cruzamos
con la casa que se desmorona,
que ya no existe pero nunca se borra;
alrededor, mi madre está bronceándose
y el río Panaholma es caudaloso
mientras arrastra una caja de espinillo
que contiene alfajores de maicena;
Merceditas saluda desde lejos
con su bastón tallado por las monjas,
que salvan a los niños de las calles
y los entregan a la fe del claustro;
Rubén corta papeles: es época de flores,
se protege del sol en un zaguán
que desemboca en la ciudad de Malmö;
 
¿y los muebles que bajaban rodando?,
Rosa los investiga con un dedo
y descubre un cajón lleno de cartas
que nadie ha escrito
para que nunca lleguen las palabras;
Rubén ya no recorta las figuras
y las flores-papeles se vuelan en bandadas;
los muebles son aserrín dentro de un vaso
y Rosa quiere emigrar a cualquier parte;
Merceditas… ¿qué fue de Merceditas?






Edición digital de las ilustraciones: Rubén Pecorari




Ilustración original de Mario Fournier - tinta y lápiz de color sobre papel.

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