EL TAOÍSMO – II
El Taoísmo religioso se
diferencia del Taoísmo filosófico en que es una mezcla de aspectos del Taoísmo
filosófico original, el Confucionismo, el Budismo y otras creencias locales de
China y del sudeste asiático.
Taijitu
La filosofía taoísta nos plantea
que todo cambia y siempre evoluciona, que nada es estable ni se mantiene
estancado o detenido en el tiempo.
El Tao se opone a todos
aquellos que defienden lo rígido, lo establecido, lo dogmático, y no valoran lo
que nos ofrece la vida continuamente: fluir con el cambio y la transformación.
Los invito, nuevamente, a
interpretar y reflexionar algunos fragmentos del Tao Te King.
Quien pretende manejar el
mundo no lo puede conseguir.
El mundo es un ente
espiritual que no se puede dominar.
El manipularlo conduce al
fracaso.
El dominarlo conduce a la
pérdida.
Las cosas son relativas, unas veces van por delante,
otras por detrás.
Unas veces emanan calor,
otras frío.
Unas veces son vigorosas,
otras débiles.
Unas veces permanecen,
otras caen.
Por esto, el sabio rechaza
todo exceso, desecha todo lujo y evita toda complacencia.
Quien gobierna ateniéndose
al Tao no utiliza las armas.
Porque donde acampan los
ejércitos sólo crecen espinas y
cardos, y tras las guerras siguen
años de hambre.
Así, el buen líder sólo
procura servir y no imponerse a otros.
Acepta los resultados como
son, no se precia de ser quien
decide ni se orgullece por ello.
No desea conquistas ni
recurre a la agresión.
Porque considera todo como
el único resultado posible, no se jacta de su acción
ni se juzga superior.
Conocer a los demás es
erudición, conocerse a sí mismo es
iluminación.
Vencer a los demás es
tener fuerza, vencerse a sí mismo es
ser fuerte.
Contentarse es riqueza.
Tener constancia es
voluntad.
No perder el origen es
perdurar, morir y no perecer es
eternidad.
Para que algo se
contraiga, antes debió expandirse.
Para que algo se debilite,
antes debió fortalecerse.
Para que algo sea
destruido, antes debió construirse.
Para quitar algo, antes
debió darse.
Así es el misterio profundo.
Lo blando vence a lo duro,
lo débil vence a lo fuerte.
Así como los peces no
deben sacarse de la profundidad de las
aguas, las mejores armas del
reino no deben exhibirse.
El Tao es como un cubo que no tiene
ángulos, una gran vasija sin
contorno, un gran tono sin sonido, una gran figura sin forma.
El Tao es oculto y sin
nombre.
Pero es generoso dando y
sosteniendo.
Generar sin apropiarse,
ayudar sin pedir nada, guiar sin dominar, esta es
la gran virtud.
Quien usa la luz para
regresar a la claridad, escapa de todo peligro y
se viste de eternidad.
Donde las ropas son
lujosas, donde se ciñen afiladas
espadas, donde se hartan de vinos y
manjares, donde se retienen grandes
riquezas, reina la corrupción, no el
gobierno.
Esto es lo contrario del
Tao.
El buen soldado no es
guerrero.
El buen luchador no se
encoleriza.
El buen vencedor evita la
lucha.
El buen líder es humilde.
Esta es la virtud de la
no-violencia para poder liderar a los
hombres, sabiendo mantenerse por
debajo de ellos.
Este es el modo más
perfecto, el grado supremo de
armonía.
Conocer y no saberlo, esta
es la perfección.
No conocer y estimarse
sabio, este es el defecto.
Sólo conocer el propio
defecto es liberarse de él.
El sabio está libre de
defectos porque los reconoce.
Por eso no los padece.
Las palabras veraces no
son agradables, y las agradables no son
veraces.
Quien es inteligente no
necesita polémica, el polémico no es
inteligente.
El sabio no es erudito y
el erudito no es sabio.
El sabio no atesora, y cuanto más hace por los
demás más tiene.
Cuanto más da a los demás
más posee.
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