APUNTES,
SÍNTESIS Y REFLEXIONES SOBRE LA HISTORIA Y EL ARTE – II
Por
Mario Fournier
Dedicado a mis alumnos de Historia del Arte.
Collages de Mario Fournier y fotomontajes de Rubén Pecorari.
III
- MORALES Y ÉTICA
Según José Luis Sampedro
“…el concepto de moralidad oficial no es el concepto de moralidad vital; el
concepto de moralidad oficial, digan lo que digan, es la codificación de los
intereses de los poderosos, sean poderosos religiosos, sean poderosos
políticos”.
Y son, precisamente, los
conceptos morales oficiales de los poderosos de turno los que han determinado
el comportamiento de las sociedades de cada época, sobre todo si estas carecían
del nivel cultural necesario para discernir y oponerse a la escala de valores
que pretendían imponerles.
Es importante remarcar que
la moral ha estado y aún está estrechamente vinculada con el sexo y
alrededores. Clara muestra de lo señalado, es la aceptación o el rechazo del
desnudo en el arte. Así los desnudos característicos de las esculturas griegas
y romanas o del arte renacentista, serán literalmente castrados cuando el poder
del catolicismo sea hegemónico, para volver a su estado natural cuando la moral
eclesiástica pierda adeptos. Por sistema, el desnudo, y en particular los genitales
y cualquier imagen con connotaciones eróticas o sexuales, han sido durante
siglos los tabúes más obsesivos de la moral impuesta desde las religiones. Como
excepción cabe destacar las esculturas eróticas de los templos hinduistas y
jainistas de Khajuraho (siglos X-XI), que utilizan lo sensual como camino hacia
lo espiritual. También el arte Shunga de Japón (siglos XVII-fines siglo XIX)
consiste en representaciones eróticas realizadas en xilografía, con naturalidad
y gran sentido estético.
Mario Fournier - collage
Como no podía ser menos,
las diversas conductas sexuales no admitidas por la moral oficial fueron
también drásticamente reprimidas, aunque de manera selectiva. Por ejemplo, un
hombre promiscuo sólo era un macho ejerciendo sus comprensibles necesidades fisiológicas,
mientras que una mujer con el mismo comportamiento era invariablemente una
perdida. Siguiendo el anterior razonamiento, el hijo no oficial de un hombre
soltero, o casado, era la consecuencia de la natural incontinencia masculina, mas
un hijo de madre soltera era simplemente una vergüenza. Hay que especificar que
todo lo anteriormente expresado tiene sus matices, según sea el nivel social al
que pertenezcan los circunstanciales pecadores y pecadoras.
Cosas de la moral que han
provocado mucho daño, destruyendo vidas en nombre del pecado y la culpa.
Por el contrario, poco se
han ocupado los poderosos religiosos o políticos de estimular y premiar el
comportamiento ético. Así es que la mentira y la estafa (como estrategias), la
violencia (ya normalizada como espectáculo de masas que entretiene y no produce
rechazo), la hipocresía (habitual en el comportamiento social), la maledicencia
y la vulgaridad (que han transformado Internet en un campo de batalla
facilitado por el anonimato), la irresponsabilidad, la indiferencia o el
egoísmo no provocan demasiado escándalo ni indignación, aunque suelan producir perjuicios realmente más profundos e
irreparables que un desnudo o una escena erótica o francamente sexual.
Rubén Pecorari - fotomontaje.
IV
- SOCIEDADES, HOMBRES Y MUJERES
Dos grupos con marcadas
diferencias han conformado la sociedad desde los inicios de las civilizaciones
hasta el siglo XIX: un grupo minoritario que ha detentado el poder económico,
político, religioso y militar, con pocas obligaciones y muchísimos derechos, y
un grupo mayoritario representado por el pueblo en general, al servicio de los
primeros, con muchas obligaciones y poquísimos derechos.
Los ensayos democráticos
de los antiguos griegos recién comenzaron a consolidarse en los inicios del
siglo XX, aunque aún en la actualidad la democracia no ha llegado a implantarse en numerosos
lugares ni se ha conseguido o querido profundizar en sus alcances reales,
posiblemente para no perjudicar los intereses y las ambiciones de ciertos
sectores de poder poco dispuestos a facilitar una verdadera evolución
democrática más beneficiosa para la mayoría.
Justamente, esta mayoría no
vinculada a los centros de poder ha tenido, a lo largo del devenir histórico y
hasta el siglo XIX, muy pocas posibilidades de apreciar y valorar el arte,
porque no ha podido acceder a los
lugares donde se encontraba ni recibir la mínima educación para comprenderlo.
De todas maneras, el arte
estaba presente en sus realidades: en las vidrieras de las catedrales góticas o
en la imaginería religiosa que ilustraban los pasajes fundamentales de una Biblia
que casi nadie sabía leer; en la grandiosa suntuosidad de los palacios y
monumentos que les recordaban quienes eran los poderosos a los que debían
servir; y también en los objetos de uso cotidiano que el mismo pueblo
elaboraba, aplicando en ellos un sentido estético intuitivo y espontáneo.
Mario Fournier - collage.
Por otra parte, los
artistas de cualquier tipo tardaron mucho en ser reconocidos como tales, siendo
socialmente menospreciados durante siglos. Es que, en las primeras grandes
culturas prevalecían las guerras de conquista para ampliar territorios,
disponer de mayores riquezas a fuerza de saqueos, imponer con violencia ideas,
morales y religiones y, entre tanto desgaste energético, había poco espacio
para el ocio, el placer estético y el disfrute relajado, y la supervivencia era
toda una proeza. Además, el promedio de vida no pasaba de los 30 años, los muertos
en batalla eran numerosos, los nacidos que superaban el año escasos y, como una
modesta gripe podía arrasar con toda una población, había que apresurarse a
engendrar todos los hijos que fuera posible y así asegurar que no se
extinguiera la especie. Este era el sentido de las familias numerosas, que han
perdurado hasta las primeras décadas del siglo XX, y que en la actualidad no
son imprescindibles pues el promedio de vida llega casi hasta los 80 años a
causa de un indudable progreso en educación, alimentación, higiene y salud. Aunque estas condiciones no se dan aún
en todas partes, y siempre podemos involucionar teniendo en cuenta el
comportamiento y la desmemoria de la humanidad a lo largo y ancho de la
Historia.
Y aquí aparece la mujer,
siempre secundaria, en su esforzado papel de hembra constantemente fecundada
por el macho cazador, guerrero, conquistador, dueño y señor de la Historia y
protagonista absoluto de todos los méritos. Una mujer esposa para parir; amante
para dar placer; madre, hija y hermana para proteger; y obediente, pasiva y
silenciosa en todos los casos, porque pensar y decidir no podía ser una
condición natural en ella. Por supuesto, algunas, muy raritas, se rebelaron y
llegaron a ser influyentes e incluso poderosas, pero pocas pasaron a la Historia como protagonistas, pues
simplemente fueron las esposas, las madres, las hijas, las hermanas o, en el
peor de los casos, las amantes de hombres que sí fueron considerados realmente
importantes. En el mundo del arte, donde la mujer no podía ser actriz (los
hombres interpretaban los roles femeninos), ni pintora, ni siquiera cantante
(en este caso las reemplazaban los castrati), fueron escasas las artistas que
trascendieron hasta fines del siglo XIX y principios del XX (Safo, poeta en la
antigua Grecia; las religiosas Hildegard von Bingen, compositora y escritora
del siglo XII, y Sor Juana Inés de la Cruz, también escritora y relevante
intelectual en el México colonial del
siglo XVII; Artemisia Gentileschi, pintora en el Barroco; Berthe Morisot, Mary
Cassatt o Suzanne Valadon, pintoras en el Impresionismo, y Camille Claudel,
escultora del mismo período).
Rubén Pecorari - fotomontaje.
Con respecto al género
masculino, no sufría ningún tipo de limitaciones. Es importante aclarar que en
la antigüedad no había heterosexuales ni homosexuales ni bisexuales, pues estas
etiquetas/clasificaciones son propias de los últimos tiempos (siglo XX). Por
supuesto, no tenían sentido los actuales “armarios” pues no era necesario entrar o
salir de ellos. Los heroicos y machísimos guerreros griegos, como Alejandro o
Aquiles, o el emperador romano Adriano, engendraban hijos de conveniencia con
mujeres a las que no tenían por qué amar y que en general no amaban,
disfrutaban del sexo con otras que raramente registra la historia, y manifestaban
con total naturalidad sus relaciones sexuales con hombres que, además, eran consideradas como
sinónimo ideal de amor y amistad, al igual que lo eran las relaciones
homosexuales entre mujeres, como las de la privilegiada poetisa Safo con sus discípulas. Lo mismo sucedía en
tiempos del Imperio Romano, donde la bisexualidad era habitual (aunque las
relaciones estaban más vinculadas y limitadas a particularidades de poder entre
el amante y el amado o entre los supuestos activos y pasivos); otro tanto
acontecía en Japón, entre los samuráis; también en Persia y en Al-Ándalus,
donde era frecuente y de singular belleza la poesía homoerótica como “El collar
de la paloma” de Ibn Hazm, etcétera, etcétera, etcétera…
Pero llegó la moral
judeocristiana y decidió que el sexo no aplicado a la procreación era pecado
nefando que sólo podía conducir al infierno o a la hoguera, y la hipocresía se
impuso a los sentimientos y el deseo vividos hasta entonces con naturalidad.
Uno entre muchos ejemplos: el Papa Gregorio VII, en el 1073 d.C., ordenó quemar
todos los poemas existentes de Safo por considerarlos inmorales y pecaminosos…
Tuvieron que pasar siglos
de represión, persecuciones, hipocresías y más hipocresías (en los monasterios
no reinaba la castidad, y en la corte Papal menos…), hasta que a partir del
siglo XX, más exactamente con ocasión de las revueltas estudiantiles del Mayo
del 68 del siglo XX, la sexualidad comenzara a dejar de ser algo oscuro, sucio,
oculto y vergonzante.
Ya en la actualidad,
supuestamente más liberal y tolerante, un sinnúmero de etiquetas imponen rigurosas
clasificaciones con sus correspondientes conductas, usos, costumbres y modas
que parcelan las verdaderas libertades e independencias, para así reprimir los
sentimientos de manera indirecta. Esta falsa moral estimula la creación de guetos
con la excusa de proteger a minorías, en vez de educar para que la inclusión
sea entre todos y para todos, juntos y nunca separados a causa de diferentes comportamientos
sexuales que jamás deberían cuestionarse, excepto que perjudicaran de manera
directa y evidente la intimidad y libertad de otras personas. ¿Cuánto y cómo
hemos evolucionado? ¿Hemos evolucionado?
CONTINUARÁ
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario