BERNARDO
BERTOLUCCI: ¿EL ÚLTIMO GRAN CREADOR CINEMATOGRÁFICO?
Bernardo Bertolucci (Italia, 1941-2018).
La
reciente muerte de Bernardo Bertolucci ha sido ampliamente difundida y
destacada por los principales medios informativos. Su notable obra como
realizador cinematográfico justifica todos los elogios y, por consiguiente,
estos no sorprenden. Lo que sí me ha sorprendido, o mejor dicho me ha
inquietado, es la tendencia general que coincide en despedir a Bertolucci
considerándolo el “último gran creador”. ¿Y desde ahora qué, quién? ¿Es que no
hay nuevos creadores ni público para valorarlos? ¿Es que confiamos poco en el
futuro y en la aparición de nuevas o viejas ideas renovadas capaces de
sensibilizarnos? ¿Es que sufrimos de insensibilidad? ¿O de indiferencia? Y
considerando que la indiferencia es, en muchas ocasiones, consecuencia de la
ignorancia, o la ignorancia de la indiferencia, es un síntoma más que
preocupante esta despedida sin alternativas, sin expectativas de futuro.
En
la excelente obra de Bernardo Bertolucci (Parma, 1941-Roma, 2018), aparecen el
neorrealismo clásico en su interés por interpretar diversos aspectos de la
realidad social, el compromiso político de Pier Paolo Pasolini (1922-1975;
“Mamma Roma”,1962; “El Evangelio según San Mateo”,1964; “Teorema”, 1968) con
quien trabajó como ayudante de dirección, la angustia existencial y la
incomunicación propias del cine de Michelangelo Antonioni (1912–2007;
“La aventura”, 1960; “La noche”, 1961; “El eclipse”, 1962) y
el refinamiento formal y la sensualidad de Luchino Visconti (1906-1976; “El
Gatopardo”, 1962; “Muerte en Venecia”, 1971).
Con
estas influencias, directas e indirectas, Bertolucci crea su personal estilo,
perfectamente identificable entre los otros grandes creadores italianos,
expresado mediante historias con personajes de complejas psicologías que se
enfrentan a situaciones existenciales arriesgadas, siempre vinculadas al
contexto histórico en el que se desarrollan.
El
miedo a la madurez y al compromiso; la necesidad de las utopías y los ideales
políticos, pero también el fracaso de estos; la inevitable soledad del ser
humano, y la búsqueda de la trascendencia y la comunicación mediante la pasión
y el sexo, son temas recurrentes en sus películas, provocando en algunas
ocasiones anacrónicos escándalos y fuertes polémicas moralistas (“El último
tango en París”, “La luna”).
En
el plano estético, sus películas son formalmente brillantes, espléndidos los movimientos de cámara y
bellísima la fotografía del genial Vittorio Storaro (Roma, 1940), su habitual
colaborador en “El conformista” (1970), “El último tango en París” (1972),
“Novecento” (1976; impresionante fresco de la primera mitad del siglo XX), “La
luna” (1979) o “El último emperador” (1987).
También
son sobresalientes las músicas de sus filmes. En “El último tango en París”, el
argentino Gato Barbieri (1932–2016) creó una de las más bellas, sugerentes y
envolventes bandas sonoras de la historia del cine; mientras que el japonés
Ryuichi Sakamoto (Japón, 1952) lució su singular estilo musical en “El último
emperador”, “El cielo protector” y “Pequeño Buda”.
Bernardo
Bertolucci: un artista comprometido con la sociedad y con la belleza, que nos
deja una obra que perdurará más allá de las modas, siempre pasajeras.
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