INGMAR
BERGMAN: LAS PROFUNDIDADES DEL SER HUMANO
Ingmar Bergman y Sven Nikvist
El
director sueco Ingmar Bergman (1918-2007) es reconocido mundialmente como uno
de los mayores creadores cinematográficos, aunque también hay que destacar su
labor como escritor y su notable aporte como director teatral. Entre sus
películas para cine, que suman aproximadamente 40 títulos (además otras para
TV, cortos y documentales; en total 67 filmes), alrededor de 20 pueden
considerarse como grandes obras maestras, algo único en la historia del cine.
Entre estas cabe destacar: "El séptimo sello" (1956), "Fresas
salvajes" (1956), "El manantial de la doncella” (l959), "Los
comulgantes" (1962), "El silencio" (1963), "Persona" (1966),
"Vergüenza" (1968), "Pasión" (1970), "Gritos y susurros"
(1972), "Secretos de un matrimonio" (1973), "Cara a cara"
(1975), “El huevo de la serpiente" (1977), "Sonata de otoño"
(1978), "De la vida de las marionetas” (1980), "Fanny y Alexander"
(1982), “Saraband” (2002).
"Persona" (1966)
En
su obra aborda con rigurosa coherencia el complejo mundo de los sentimientos,
de las relaciones humanas enfocadas desde todas las perspectivas (parejas de
distinto tipo, padres e hijos, amigos, hermanos), analizando las diferentes
maneras de encarar el amor y la existencia.
La
ausencia de un dios que no responde, la angustia, la incertidumbre, los miedos,
la hipocresía, los resentimientos, la culpa o el egoísmo, componen la identidad
de unos personajes que suelen fluctuar anímicamente entre el entusiasmo y la
desesperanza, entre la fe y el vacio, y que sólo parecen redimirse cuando los
conmueve la pasión, cuando dan, cuando se entregan y aman.
"Persona" (1966)
En
el cine de Bergman hay tres aspectos fundamentales a considerar: 1) el poder de
la palabra y el de los silencios; 2) el minucioso análisis de los aspectos
psicológicos y emocionales de sus personajes; 3) la absoluta síntesis visual,
el total despojamiento de la imagen siempre al servicio de la más sutil y
profunda expresividad.
Bergman
disecciona el alma humana, llega hasta lo más hondo de la experiencia de vivir.
Plantea y analiza, como nadie, la vida y la muerte.
Su
cine no es para "entretener" ni para "pasar el rato", sí
para sentir y analizar.
"Gritos y susurros" (1972)
Ignora
las "reglas del espectáculo" y prescinde de tópicos y
convencionalismos, de efectismos y concesiones comerciales. Su cine logra la
cima de la intensidad dramática, de la pasión, de la soledad, de la ternura,
de la desesperación, la violencia interior y el silencio colmado de contenido.
Bergman
no resuelve lo que plantea, no juzga a sus atormentados personajes, no propone
soluciones morales. Bergman es un espejo que nos estremece y deja huellas
imborrables en nuestra memoria emocional.
"Gritos y susurros" (1972)
Para
conseguir sus propósitos cuenta con un equipo fiel y homogéneo; obtiene de los
actores profundidades y sutilezas expresivas muy difíciles de alcanzar, que son
la consecuencia de agotadores ensayos para lograr la total interiorización de
los personajes a encarar mediante una perfecta complicidad entre el director y
sus colaboradores. Liv Ullmann, Gunnar Bjönstrand, Ingrid Thulin, Bibi
Andersson, Max von Sydow, Harriet Andersson o Erland Josephson, han pasado a la
historia del cine como "los actores de Bergman", y junto a él
consiguieron su máximo lucimiento.
"Fanny y Alexander" (1982)
Pero
es el extraordinario Sven Nykvist (1922-2006), colaborador de Bergman durante
30 años, quien mejor ha interpretado y transmitido su mundo, obteniendo algunas
de las mejores fotografías en blanco y negro de la historia del cine
(“Persona”) o utilizando el color con agudo criterio psicológico (“Gritos y
susurros”). Nykvist ha creado siempre
envolventes e intensas atmósferas y soberbios primeros planos a la medida del
espíritu del cine de Bergman, hasta el punto de ser ambos, realizador y
fotógrafo, identificados con la misma obra creativa. Fuera de su trabajo con el
director sueco, colaboró con Luis Malle (“Black moon"), con Woody Allen
(“Otra mujer”) y con Tarkovsky ("Sacrificio”). También dirigió varias
películas ("Oxen”, 1991).
"Fanny y Alexander" (1982)
Para
ver, oír y sentir lo que Bergman nos susurra o nos grita hay que estar dispuesto
al silencio y al recogimiento. Hay que evitar las compañías charlatanas y
superficiales, aislarse de los torpes ruidos cotidianos, asegurarse de que la
proyección no será interrumpida por ningún motivo, y entregarse, sin
prejuicios ni impaciencia, para poder penetrar en el universo bergmaniano. No
olvidarán la experiencia.
MARIO
FOURNIER
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